Con bajo perfil pero con resultados contundentes, el Banco de Alimentos de Marinilla cumplió su primer año de labores. Lo que empezó como un gesto solidario durante la pandemia del COVID19, hoy desde la plaza de mercado se traduce en toneladas de comida recuperada, cientos de familias beneficiadas y un modelo que otros quieren imitar, gracias a un liderazgo bien direccionado y a un mecenas en la sombra.
La Primera Dama de la localidad, Yurani Ramírez, ha sido más que una figura protocolaria. Se remangó la camisa, ensució sus manos, recorrió bodegas, coordinó voluntarios y tejió alianzas con comerciantes, religiosos y sociedad en general.
Pero como todo proyecto que se sostiene, también hubo alguien detrás que puso sin pedir. Omar Álvarez, el nombre que no suena pero que pesa, ha sido el apoyo discreto y constante. Desde aportar recursos logísticos hasta asegurar combustible y empaques, su papel ha sido fundamental para que el engranaje funcione sin pausa ni propaganda.
Este año, las cifras hablan solas (ver cuadros). Pero más allá de los números, Marinilla ya tiene en marcha una apuesta que ojalá no se marchite con el calendario político. Porque si hay una manera de hacer gestión con impacto, es esta: sin tanto discurso, pero con resultados que se sienten en la mesa de quienes más lo necesitan.